Sábado 1º de marzo, 13 hs.
El taxi nos dejó en la esquina de Pampa y Conesa, desde donde vislumbramos enseguida este pequeño bistró de aires parisinos. Valentina y Jean-Baptiste nos recibieron en la puerta, con una sonrisa.
Ya en el interior, elegimos una mesa ubicada justo al lado del ventanal, cubierta por la suave luz natural que llegaba de afuera. Casualmente, fue esa la misma mesa en la que nos sentamos cuando visitamos Fleur de Sel por primera vez, a finales del 2012. En esa oportunidad, nos quedamos con las ganas de sumar la review al blog por no haber llevado la cámara de fotos. Así fue que decidimos volver por un bis y -esta vez sí- compartir nuestra experiencia con ustedes.
Sonaba de fondo una versión instrumental de Le Festin, nunca más adecuada para la ocasión.
Si tuvieramos que describir el ambiance del lugar en pocas palabras, diríamos que “íntimo” y “acogedor” son las elegidas. Durante las casi dos horas que duró nuestro almuerzo sabadino, todo a nuestro alrededor nos hizo sentir de nuevo como en la Luna de Miel.
Valentina Avecilla, chef pâttisier y esposa del chef Jean-Baptiste Pilou, fue nuestra anfitriona de lujo, desplegando en su atención una dulzura digna de su especialidad.
Enseguida nos acercó la carta para que pudiéramos hacer nuestra selección, mientras nos contaba que todas las propuestas suelen cambiar cada 15 días, aprovechando siempre los productos frescos de estación que consiguen en el mercado. Todas las opciones tenían ese twist distintivo de la cocina de alta gama (a.k.a. “Bistronomía“) que hacían casi imposible decidirse.
La panera era una verdadera maravilla: el pan se mantuvo calentito por un largo rato gracias a una piedrita que irradiaba calor, ubicada justo en la base. Como la última vez, acompañaba una manteca alla fleur de sel y un pequeño recipiente con aceite de oliva infusionado con romero.
Para tomar, pedimos agua con y sin gas y una copa de Alta Vista Premium Malbec.
Entradas
Ale eligió la Mousse de ave – textura de higos. La composición del plato era realmente impecable y su aroma a pimienta recién molida nos envolvió enseguida. El dulce de los higos contrastaba perfecto con la mousse, suave y aireada. Delicia.
Yo elegí el Huevo empanado – emulsión de arvejas, un plato que, a la vista, resultaba original y divertido: un huevo empanado ubicado en el centro, cuya base estaba sumergida en una emulsión dulce y tibia, de color verde claro, con trocitos de cebolla y ciboulette. Al abrir el huevo, me llevé una grata sorpresa. No estaba duro como había imaginado, sino que la yema casi líquida se fusionó con la sopa de arvejas. Una belleza!
Principales
Yo elegí el Risotto cremoso – zucchini “trompeta” – parmesano. Las finas láminas de parmesano se derretían sobre el risotto a medida que lo comía. Las flores de zucchini de un vibrante color entre anaranjado y amarillo resaltaban sobre el arroz cremoso. Las verduras que lo cubrían estaban en su punto justo, casi crocantes. A pesar de lo que hubiera esperado, el plato no resultaba para nada pesado.
Ale pidió el Cordero confitado “como una moussaka” – tomates/panisses. La moussaka es una preparación griega estilo mil hojas, a base de berenjenas. En este caso, el cordero y la berenjena estaban presentados en capas, rodeados por tomates asados dulces, unos microvegetales de colores y dos panisses fritos (una especie de fainá pero “afrancesada”) en forma de bastón que estaban buenísimos.
A pesar de ser completamente diferentes, los detalles de color en cada plato los volvían estéticamente similares. Dos obras de arte dignas de ver y, por supuesto, de comer.
Postres
Ale pidió los Higos frescos – miel de lavanda – sorbet de frutillas. El sorbet resultó un final refrescante para su plato de carne, acompañado por higos frescos rellenos con una crema liviana de miel de lavanda.
En mi caso, elegí el Petit pot au chocolat – Mousse de café que venía presentado en un tarrito divino que permitía apreciar las diferentes capas de color del chocolate (una especie de crème brûlée pero sin “brulear”) y de la mousse de café. Se desplegaban por encima unas finas láminas de grué de cacao (la parte exterior del grano de cacao) que no solo adicionaban una textura crocante, sino también un interesante regusto amarguito.
La perlita
Aprovechando la variada oferta de productos de la boutique gourmet de FdS, nos llevamos una Sal de Salish oriunda de los Estados Unidos y ahumada con madera de aliso rojo, una delicada Fleur de Sel francesa de pronunciado sabor marino, y un original mix de pimienta Sarawak, grué de cacao y vainilla, que sin dudas utilizaremos en alguna de nuestras próximas creaciones.
Fleur de Sel resulta una verdadera gema parisina bien escondida en el barrio de Belgrano, altamente recomendada para los amantes de la buena cocina francesa… y para el resto también!