Comer Afuera

Ola Rolls & Café

Era viernes y estaba devastada. Una seguidilla de largas jornadas abrumadoras se había llevado todo de mí. Si mi cuerpo todavía funcionaba, era en piloto automático.

Tenía hambre y quería salir del caos al menos por un rato. Como no ando mucho por microcentro, no tenía ni idea donde ir. “Acá enfrente hay unos venezolanos muy copados que cocinan bárbaro”. La recomendación generalizada me llevo a cruzar los pocos metros de calle que me separaban de Ola Rolls & Café.

-¡Bienvenida! ¿En qué podemos ayudarte hoy? – las sonrisas de Jean y de Mauricio detrás de la barra me extendieron una mano imaginaria, guiándome hasta uno de los taburetes más cercanos a la cocina. Incluso José, muy concentrado en sus fuegos, se hizo de unos segundos para voltearse y saludarme con una leve inclinación de cabeza.
No tenía muy claro si podrían ayudarme porque tampoco sabía bien qué quería, pero me arriesgué: “Quiero algo rico que me llene pero que no me dé ganas de dormir una siesta después porque tengo que volver a trabajar”. “¿Qué te parece si te preparamos una tartine de champiñones saltados, queso fundido, tomates y rúcula? Para la base, hicimos una focaccia casera que seguro te va a encantar”. De tanto en tanto, quienes vivimos de tomar decisiones necesitamos ceder el control y dejar que alguien más quede al mando. Era la primera vez que veía a Jean, pero algo en su calma me hizo confiar. “Dale”, dije. José, atento desde la cocina, sonrió y se puso manos a la obra. Jean se quedo haciéndome compañía, al punto de hacerme olvidar que estaba en un café, esperando mi comida. Me sentía como en la cocina de un amigo al que no veía hacia mucho tiempo. “Fue difícil encontrar un balance entre nuestro concepto inicial y el lugar donde abrimos Ola. El contexto determina el tipo de comida que tenés que ofrecer porque si no te quedas afuera”.







 

Por suerte, Jean y su equipo encontraron el balance ideal entre comida casera y de mercado y la inmediatez que exigen los transeúntes cuando hacen apurados sus pedidos en la barra. Imagino que, con el tiempo que les lleva volver a sus trabajos, calentar de nuevo la comida e ingerirla en una lúgubre oficina de microcentro, bien podrían salir del embrujo laboral y sentarse a comer ahí. La tartine, que llegó acompañada por unas papitas al horno, era la respuesta a una pregunta que nunca llegué a formular. Comí sola, pero no me di cuenta. Jean, José y Mauricio iban y venían frente a mis ojos, siempre con alguna palabra para compartirme. La ventana que daba a la calle proyectaba gente pasar, haciéndome sentir una mera espectadora. Mauricio me sirvió un café, preludio del final. No me entristecí porque sabía que todo lo bueno tiene que terminar. Me hizo feliz encontrar, al menos por un rato, un refugio. Sorbí con cuchara esa dulce espuma de leche que solo un buen barista sabe lograr y me tome el resto, hasta solo dejar la borra.

No paso mucho tiempo hasta que, como una adicta, volví.
-¡Bienvenida Melisa! ¿Cómo podemos servirte hoy? ¿Qué te parece si te preparamos unas arepas?
Asentí con determinación, porque de tanto en tanto, todos necesitamos soltar un poco las cosas para que alguien más pueda tomar el control.

Suipacha 743 (Microcentro)
5026-1943
Abierto de Lunes a Viernes, de 7.30 a 19hs
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